La integración de estos dos paradigmas complementarios, que
son el estructuralista y el cibernético, empieza a construirse explícitamente
a partir de 1958 para dar lugar al paradigma sistémico.
Ambas traducciones, al par que válidas, reflejan los dos
objetivos del pensamiento sistémico:
a) por una parte es una teoría generalista que ofrece una
visión unitaria del mundo hasta hace poco insospechada, devolviendo
a la palabra Universo su carácter global absoluto;
b) por otro lado, es una teoría para modelar objetos, naturales
o artificiales, simples o complejos, existentes o por aparecer,
con ayuda de una herramienta que es el sistema generalizado,
del que J.L. Le Moigne, en su espléndido libro “La
théorie du système général”, aceptando una definición de
la palabra objeto tan amplia como se quiera, da una primera
definición:
“un objeto dotado de fines u objetivos que, en un entorno bien delimitado, ejerce una actividad, a la vez que ve evolucionar su estructura interna a lo largo del tiempo sin perder por ello su identidad”.